5 de julio de 2008

Memorias de toilette.

07/05/08

Y la profesía se cumplió. No necesitó más evidencia, todo saltaba a la vista.
Nuevamente estaba desolada. Nuevamente traicionada. Nuevamente resignada.
Revió y se dijo que no encuentra motivo más que su propia imperfección.
Cree que ya no hay meta, más que propagar dolor y decepción.
No hay matices, no hay razón. Y el sentido común vuelve a abandonarla, conociendo y olvidando a la vez las consecuencias drásticas de su egoísmo masificado, de su dignidad mutilada.
Sangra. Emana humillación, chorrea soledad, supura inconformismo.
Vuelve a perderse, a desvariar, a agotarse y a llorar.
Retorna. Recae. Resbala.
Pero no hay fuerzas. No puede y nadie cree que pueda.
Sabe como termina la historia. Esta película ya la vió, y jamás le gustaron las secuelas.
Esta vez no habrá trilogía, esta vez el final será definitivo.
No hay grito de auxilio, no hay marcas de desesperación.
No lucha, ya no. Es en vano, lo comprobó.
El equilibrio jamás estuvo.
Los minutos pesan, duelen.
Se hacen años, toneladas.
Y se encoje, creyendo que así podrá mitigar la repulsión que siente.
Tiene náuseas. Huele basura y vomita.
Devuelve ilusiones, esperanzas sueños.
Expulsa proyectos, ideales, principios y mejoras.
Vacío, otra vez, como siempre.
Sensación conocida, que no añoraba pero no la desconcierta.
Esta vez la frustración se vuelve su primer nombre y sin querer determinar, sabe que no tiene opción.
Para que una película muera, el protagonista debe desaparecer. El resto serán sátiras baratas de domingo por la tarde.
Para que una pesadilla finalice hay que despertar, o dormir para siempre.


Dani Bani (jodida y radiante)