Okay, me arremango. Tengo que volver, che, esto ya se cae a pedazos (si es que alguna vez fue algo medianamente uniforme).
Me caliento las manos. El invierno me produce una sensación de atrofio general que amo, no me pregunten por qué. Ni yo entiendo cómo es que siendo una persona tan activa, añore ese "modo a prueba de fallos" con el que pululo desde julio hasta las primeras tardes en que los rayos de sol dejan de ser simples velos molestos de luz, para comenzar a irradiar ese calorcito que muchos extrañaron. Muchos, yo no.
No es por contrera, lo juro. Sé que todos prefieren un Windows XP, o en el peor de los casos, un 98 (que yo tengo durante los meses de otoño, va en decadencia lo mío). Pero durante el invierno, con mi MS-DOS estoy feliz.
Bah, tal vez sea comodidad. Es como si todo funcionara por inercia. A lo "laissez faire", digamos (acotación ñoña, efecto post-sobredosis de teoría económica).
En esta época del año tengo todo bien aceitado (léase: todo me resbala). Se me lava el mate, y me chupa un huevo. Se me consume el pucho, y me chupa un huevo. Me quedo sin crédito, y me chupa un huevo (aunque me dura más que durante el verano). Desapruebo un exámen, y me chupa un huevo. Me comen las facturas del sábado a la mañana, y me chupa un huevo.. bue, tampoco la boludez.
Obviamente, como cualquier ser humano que sepa apreciar los pequeños (y no tanto) placeres terrenales, amo dormir en invierno. El frío que acuchilla, el recorrido hasta la cama que se hace un suplicio. Salir de bañarse, correr a ponerse el pijama (si está precalentado con plancha, mejor, pero otra característica mía en esta estación es la paja), meterse en la cama, taparse con 7 acolchados hasta la nariz y mirar una buena película. Y si tenemos algún chocolate en la mesita de luz, estamos hechos. Pero a su vez, si tengo que dormir 2 hs por noche por cuestiones académicas, por ejemplo (porque pueden ser por cuestiones fiesteras, pero esos ya son otros cantos), no me disgusta. El mate en invierno tiene otro gustito, el capuccino se me hace tolerable (le tengo un poco de rechazo a la cafeína, excepto la que viene en comprimidos, a la Cafia le entro como loca), comer me da menos culpa, el cuerpo necesita más calorías. Entrenar no hace tan agotador, el frío hace que la actividad física sea un lindo auto-mimito.
Pero así como el invierno tiene tantos pro's, hay algo que no tolero. Hacer danza con la cerámica helada en las patas es algo que me pone mal. Okay, estoy exagerando, amo bailar, pero termina la clase, me pongo las zapatillas y comienzo a sentir la sangre que vuelve a fluir por mis extremidades inferiores. Sangre que mientras suena la música, no permite otro compás más que el del ritmo imperante, aquella que cuando todo se detiene (incluído el cuerpo.. y por qué no, el alma), recuerda que mi organismo no es sólo corazón y tripas, allí de dónde surgen movimientos que intentan inútilmente transmitir esa agitación en el torrente que sólo producen esas melodías, que es más, y que si no llega pronto, caigo seca, sin oxígeno y sin motor.
Sí, lo sé, todo muy vano y superficial lo que estoy diciendo, no? Pero así me sucede. En invierno todo se me enfría. Todo. Los sentimientos se llenan de escarcha, y así como un adiós tiene el mismo sabor que un "¿cómo estás?", un abrazo sabe igual que una puñalada, y un "te amo" viene en paquete congelado, marca Granja del Sol.
Ya no importa si la soledad es inminente, voluntaria o rechazada. Ni si la película que miro es sobre mujeres adictas a las compras, con el sello del capitalismo, la globalización y el consumismo por doquier; o sí trata de judíos etíopes que deben luchar para hacer valer sus derechos, frente al hambre, la corrupción y la discriminación.
Todo indiferente, está.. o no. Es, o hace. Encuentra, pero no busca. Todo ni.
Entonces me hago fanática de cortometrajes simples, con temáticas poco ingeniosas, pero con ese sello personal (de persona) que no logra ninguna superproductora hollywoodense.
No los culpo si a esta altura ya se hartaron de leer. En invierno uno quiere calor, chocolate, sencillez con polera y cucharitas de sábado por la mañana.
Lamento desilusionar a mi selecto grupo de admiradores (?), pero quien les habla no tiene nada de eso, ni lo quiere.
No, no es eso, es que simplemente no lo sabe.
¿Saben por qué pasó tanto tiempo sin escribir nada sustancial?
¿Por qué durante la época más fría del año, sus escritos (hechos desde las tripas, como leyó por ahí) no expresan nada?
Será tal vez porque en invierno, para no morir, necesita hibernar.
(Pero volverá pronto, se los promete. Me dijo que les dijera, ya que estamos en confianza, que extraña.. extraña mucho.. todo. Incluída su alma.)
2 comentarios:
Es curioso que hables de edredones, frio...cuando acá estamos a cuarenta grados...supongo que tiene que ver con la distancia en kilometros, o de los hemisferios, el ecuador...a mi tambien me gusta el invierno, el verano es feo.
Ya he visto lo de la tripas..
Si no te importa, te agrego a la lista de blogs para que mis cuatro lectores disfruten con tu lectura
Un saludo
Bueno, como primer medida (?) quiero decir que del invierno sinceramente me rompe los gobelins que cuando estoy en la compu siempre se me enfría la mano derecha (la que maneja el maus vió).
Otra cosa que me jode es cuando hay mucho viento y me despeino jajaja re boludo, no en serio, me jode que me empiezan a llorar los ojos y no veo un carajo jajaja (todavía no entiendo como hacen los motoqueros que no usan casco jaja).
Al que no le gusta dormir en invierno es un fuckin' alien.
Me mata cuando hago zapping acostado y se me congela la mano (similar a lo de la compu).
Si un abrazo sabe igual que una puñalada te diría que revises la uñas de quienes te abrazan. (sin comentarios)
Es un buen inicio para su futuro regreso.
Saludos.
PD: Espero que lo del pucho haya sido en forma figurada, no creí que cayeras en esa. (y esto a qué se debe pelotudo?)
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